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Equidad de género en cadenas productivas del Cerrado y la Amazonía

A partir de un diagnóstico realizado en base a entrevistas, talleres y grupos focales, Solidaridad identificó los desafíos de las mujeres en la cadena de la soja del Oeste del Estado de Bahía y en la región de la carretera Transamazônica, en Pará. Entre sus objetivos está contribuir a la Agenda 2030 de Naciones Unidas, específicamente con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5, que aboga por la igualdad de género.

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Las últimas décadas han estado marcadas por un proceso de empoderamiento de las mujeres, así como por el esfuerzo para adoptar un enfoque de género que permita identificar las desigualdades, reconocer sus causas y formular estrategias para superarlas en distintas instituciones.

Según las estadísticas de género de 2015 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el 25% de las mujeres rurales son responsables, por sí solas, del sustento de sus familias. En el ámbito de la agricultura familiar en la Amazonía, el diagnóstico realizado también arrojó que la división por género del trabajo es muy desigual: a similar participación en tareas productivas (47,7 horas semanales en el caso de las mujeres y 52 horas en el caso de los hombres), las mujeres acumulan 79,7 horas semanales de trabajo doméstico y de cuidados, frente a solo 11,1 horas semanales en el caso de los hombres. Inclusive, a pesar de su representatividad, el trabajo de las mujeres dentro y fuera de la finca no suele tener un reconocimiento formal.

En este contexto, y en función de las demandas expresadas por las participantes del estudio, las recomendaciones para estas se dividen en tres ejes:

  1. Empoderamiento en el sentido de mayor conciencia y capacitación en relación a sus derechos en temas de salud, planificación familiar, valorización del trabajo doméstico, violencia familiar, y educación de los hijos, entre otros temas. También, brindar espacios para formar redes de apoyo, que las saque de la situación de aislamiento en que suelen encontrarse y donde dar a conocer casos inspiradores de otras mujeres.
  2. Fomentar el emprendedurismo para la generación de renta. Para esto se recomienda formar capacidades entre las productoras en el campo de la informática (como manejo de paquete Office), la gestión financiera, contabilidad, y comercialización. Esto debe ser acompañado de una mayor inclusividad en la asistencia técnica rural, involucrando a las mujeres en las visitas de campo y capacitaciones de las cooperativas. También debe considerarse la creación de condiciones para que las mujeres emprendan negocios propios -como por ejemplo la comercialización de chocolates, dulces o pulpa de frutas-, así como mayores oportunidades de contratación fuera del hogar.
  3. Articulación en red entre las distintas políticas y soluciones generadas en el sector público, privado y la sociedad civil para alcanzar los objetivos anteriores.

En el caso específico del oeste de Bahía, las mujeres son minoría en la gestión de empresas rurales no familiares y, según datos del Censo Agropecuario de 2017, solo el 15% de los establecimientos son propiedad de mujeres. Asimismo, el estudio arrojó que sólo 1-2 de cada 10 empleados del sector son mujeres. Entre los desafíos que impiden una mayor participación de las mujeres en la cadena de la soja se encuentran: falta de infraestructura (como espacios diferenciados por género), estereotipos sobre lo “femenino” y lo “masculino” y la ausencia de políticas institucionales.

De forma similar a lo indicado para las mujeres de la agricultura familiar, el estudio recomienda identificar qué roles y cargos ocupan las mujeres dentro de las organizaciones de la cadena de la soja, promover su calificación en temas técnicos y de liderazgo, brindar mayor flexibilidad horaria a quienes tienen a cargo niños pequeños, y sensibilizar al staff en temas de igualdad y equidad de género, y fomentar un reclutamiento equitativo.

El análisis de género se convierte así en una herramienta de gestión para organizaciones del sector agrario, que permite comprobar si las actividades planificadas en los proyectos contribuyen a promover cambios en las relaciones de género a distintos niveles, especialmente dentro de las familias, hacia una mayor equidad.

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Juliana Monti

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