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Ambrósio Openkoski: amor a la tierra y relevo generacional en la yerba mate

Ambrósio Openkoski viene cultivando una relación con la tierra desde que era un niño, y hace 40 años que se dedica a la yerba mate. A pesar de los constantes desafíos que le han tocado atravesar, hoy, cuenta con el apoyo de su familia y de Solidaridad, que brindará asistencia técnica para su cultivo.

Ambrósio con sus yerbatales. Foto: Moisés Openkoski

Ambrósio con sus yerbatales. Foto: Moisés Openkoski

La familia Openkoski trata a la yerba mate como un miembro más. Dicen que, si a la hora de podar, se mantiene una parte de la copa de los yerbatales, el agua seguirá nutriendo a la planta, como la sangre que fluye y da vida al cuerpo humano. Es decir que es necesario podar con delicadeza, para que el agua corra entre los gajos, dándoles fuerza para brotar nuevamente. Esta receta de amor y dedicación a la yerba mate proviene del patriarca de la familia: Ambrósio.

Ambrósio creció en la ciudad de Carlos gomes, en Rio Grande do Sul, Brasil, junto a sus nueve hermanos. Sus padres siempre trabajaron en el campo, y él siempre les ayudó. A los diez años comenzó a colaborar en las tareas del campo y a desarrollar su aprecio por la tierra. Entre días muy agotadores y dinero que nunca alcanzaba, su infancia estuvo marcada por dificultades, entre ellas la temprana muerte de su madre, a los 52 años. A partir de ese día Ambrósio asumió la responsabilidad de la casa junto a su padre: Pon comida en la mesa, cuida a tus hermanos, limpia y mantén todo ordenado.

Los tiempos de ocio eran pocos. Y cuando llegaban, siempre estaban racionados. Su padre hizo todo lo posible para que a sus hijos no les faltara nada, y en la tradicional fiesta comunitaria que se realizaba una vez al año, cada uno de los hermanos recibía un centavo. Con esto podía comprar un guaraná y, quién sabe, un caramelo. Ambrósio alternaba entre ayudar a su padre en las tareas del hogar y trabajar la tierra, siempre con gran dedicación.

Cuando cumplió 18 años adquirió un lote de 12 hectáreas en Áurea, ciudad vecina a Carlos Gomes, con su hermano. El lote solo incluía el terreno y una casa vieja. No había cama ni ningún otro mueble. Para dormir, se recostaban sobre paja de soja o maíz y, con la llegada del invierno, cuando incluso se veía el blanco de la escarcha, lo único que tenían para abrigarse era un trozo de tela. Fueron años duros y de poco dinero. Ambrósio y su hermano trabajaban la tierra durante la semana en Áurea y visitaban a la familia el fin de semana. Además del dinero, también escaseaba la comida. A pesar de que traían todo lo que necesitaban de su ciudad natal, a veces, no alcanzaba. Aprovecharon y cosecharon lo que ya estaba plantado en su propiedad e incluso en las tierras vecinas para no pasar hambre.

Hoy, la propiedad de Ambrósio se duplicó en tamaño: sus yerbatales ocupan 30 hectáreas. Foto: Jéssica Tomasi/Solidaridad Brasil

Hoy, la propiedad de Ambrósio se duplicó en tamaño: sus yerbatales ocupan 30 hectáreas. Foto: Jéssica Tomasi/Solidaridad Brasil

Antes de que la yerba mate entrara en su vida, Ambrósio lo intentó todo: sembró maíz, frijoles, soja, papas… pero nada funcionó. Fueron tiempos de muchas restricciones e incertidumbre sobre el futuro. Fue entonces cuando él y su hermano decidieron plantar yerba mate. “¿Plantar yerba en el llano?”, preguntaron los vecinos -refiriéndose al suelo de la región-, burlándose de la idea de los hermanos Openkoski y asumiendo que no tendrían éxito. Empezaron poco a poco, siempre con amor y perseverancia, plántula por plántula. Incluso compraron algunas, pero la mayoría fueron replantadas.

Un fin de semana en Carlos Gomes, Ambrósio conoció a su actual esposa, Josefina. Pronto se casaron y se fueron a Áurea, donde construyeron una nueva casa de madera. Era pequeña y no contaba con electricidad, pero era suficiente para albergarlos. Josefina se embarcó en la idea de Ambrósio de sembrar yerba mate y empezaron a cultivar la tierra juntas. Pronto, a la responsabilidad de la tierra, se sumaron los niños: Luciana, la mayor, nació en 1989. Dos años después, tuvieron a Giovane y, por último, en el año de 1997, nació Moisés.

Los niños estudiaron, a la vez que ayudaban a sembrar, con la certeza que la tierra podía brindar mejores días. Luciana continuó con sus estudios y terminó yendo a la ciudad en busca de nuevas oportunidades. Los niños estudiaron hasta el octavo grado y optaron por seguir los pasos de su padre, ayudando en el cultivo de la yerba mate. Incluso sin apoyo para plantar, la familia Openkoski continuó alimentando su amor por la yerba mate.

La familia Openkoski representa el amor y la dedicación al cultivo de la yerba mate. En la foto tenemos, de derecha a izquierda: Ambrósio, su esposa Josefina, el hijo menor, Moisés, y el hijo Giovane con su esposa Mônica y sus dos hijas, Beatriz y Luiza. Foto: Jéssica Tomasi / Solidaridad Brasil

La familia Openkoski representa el amor y la dedicación al cultivo de la yerba mate. En la foto tenemos, de derecha a izquierda: Ambrósio, su esposa Josefina, el hijo menor, Moisés, y el hijo Giovane con su esposa Mônica y sus dos hijas, Beatriz y Luiza. Foto: Jéssica Tomasi / Solidaridad Brasil

Era necesario entender que las cosas llevan tiempo y, a menudo, la prisa no ayuda en absoluto. En el caso de Ambrósio, la yerba mate tardó unos diez años en dar frutos, pero aún así nunca dejó de creer en su trabajo. Y la unión de la familia hizo que la yerba mate siguiera creciendo, hasta ocupar 30 hectáreas y alcanzar una producción cada 18 meses de 22 toneladas por hectárea. Ambrósio maneja la yerba mate mediante el sistema de poda selectiva, ya que asegura un mejor aprovechamiento de lo que produce la planta, con el fin de protegerla de factores externos y facilitar la brotación posterior a la poda. Hoy, 40 años después, la familia Openkoski está orgullosa del legado construido y puede vivir una vida digna, con planes para el futuro.

Hoy, los días ya transcurren más luminosos y las dificultades dejaron espacio a la serenidad. Sin embargo, aún queda mucho por mejorar y el estímulo para trabajar siempre es bienvenido. En 2019, Ambrósio pudo contar con una ayuda por primera vez: comenzó a participar del proyecto de yerba mate que Solidaridad lanzó en Brasil. El socio local es Emater / RS-Ascar, quien le brindará asistencia técnica y apoyo, como a otros productores familiares de la región.

¿El sueño de Ambrósio? Continuar con el cultivo de la yerba mate y garantizar la calidad de vida de su familia. Sus hijos son un ejemplo de sucesión familiar, y pretenden hacer que los próximos años de Ambrósio y Josefina sean de descanso. Trabajando por la inclusión social y aumentando la productividad y los ingresos de las familias productoras, Solidaridad busca hacer posible que sigan viviendo de la agricultura y que las historias de perseverancia y amor, como la de Ambrósio, den sus frutos.

PROYECTO DE YERBA MATE EN BRASIL

El proyecto de yerba mate espera alcanzar a 200 productores de la Región Sur de Brasil – Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul – y desarrollar, para el 2022, un modelo de asistencia técnica a gran escala, basado en la mejora continua.

Su objetivo es fortalecer la producción sostenible de yerba mate, basándose en la transmisión de conocimientos técnicos, recuperando la experiencia de los productores, e integrando a los actores en la cadena para la adopción de buenas prácticas. La iniciativa alienta a las familias productoras a permanecer en la cadena de producción, además de apoyar el trabajo de las empresas yerbateras, responsables de la compra directa de hojas a los productores y de su procesamiento para la industria.

Desarrollado con el apoyo de Leão Alimentos e Bebidas y Coca-Cola Brasil, el proyecto también cuenta con la colaboración técnica de Embrapa Florestas, Emater / RS-Ascar e IDR-PR.

Solidaridad ofrece a los participantes del proyecto información técnica sobre buenas prácticas productivas, como selección e implantación de plántulas, manejo de suelos, protección de cultivos y técnicas de poda. Además, brinda capacitación en gestión de propiedades rurales, dando acceso a herramientas como cuadernos de campo, planificación financiera anual y registro de gastos.

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Gabriel Dedini

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